Atípica noche de Miércoles

Todo tenía muy buena pinta. Cartas, cena y copas, rezaba la comunicación.
Durante las cartas, todo muy bien. Las risas típicas de una partida compartida con cerveza y amigos. Después, no sin reticencia, la cena. Otro acierto, más amistad, risas, confesiones y bebida. La noche transcurría fantástica y nos hacía olvidar que era realmente miércoles. Parecía más bien un viernes tranquilo.
Y llegaron las copas. Y el miércoles volvió a nuestro lado. Provocó que el cazador se quedara sin balas y el músico perdiera su clave de Sol.
Los restantes tratamos de enmendarlo, esforzándonos plenamente por mirar hacia otro lado, apartando la vista del calendario que nos gritaba con desesperación que nos quedaban dos días de trabajo.
El negociador, siempre con sus armas dispuestas, propuso recordar nuestras lecciones en la escuela del pecado, pero ya era tarde. El misil había salido sin pólvora y Superman tenía la capa en la tintorería.
Así que, pese a los esfuerzos de la maldad y el negociador, la reunión se disolvió, regresando a casa bajo la agradable (por fin) temperatura de la noche zaragozana.
El despertador esta mañana se encargo de gritarnos al oído ¡¡jódete que aún es jueves!!